Por Wendy Marton
El Paraguay se caracteriza por tener una casta reducida de intelectuales, una tribu de pseudos-intelectuales, y una gran aldea analfabetos funcionales. Tal vez no sería un pecado catalogar al sociólogo Carlos Martini en el primero de los grupos. En su primera novela “Dónde estará mi primavera” (Criterio Ediciones), Martini nos invita a conocer la vida de Daniel Hernández, un economista, dueño de una librería en un barrio (colonia) de Asunción, que enviudó hace cinco años. Hernández aún no puede superar la trágica separación de su esposa, Elena, quien se suicidó un día de diciembre, poco tiempo después de la muerte de su hija Beatriz, en un accidente de tránsito.
Daniel no puede rehacer su vida, y trata de recordar cada día, cuándo fue que acabó el amor entre los dos y por qué tomó esa decisión la única persona a quien había amado de verdad.
Daniel y Elena se conocieron en la década del ’60, tras haber sido presentados por un amigo de ella llamado Roberto. Daniel proviene de una familia de clase media, propietaria de una librería, que queda en su poder tras la muerte de sus padres. Elena es la única hija de una viuda bien acomodada económicamente.
El amor entre Daniel y Elena es tan fuerte, que al poco tiempo se casan, y tienen dos hijos, Beatriz y Enrique. Aunque el matrimonio es feliz al principio, tras seis años de casados la convivencia acaba con los dos. Daniel busca consuelo en prostitutas y Elena en un hombre separado llamado Fernando Rojas, de quien se enamora profundadamente y lo hace su amante durante siete maravillosos años.
Cuando se relata la historia de Daniel, éste ya pasó los 50 años, y vive en una absoluta soledad, acabado por dentro y por fuera. Martini logra transmitir la desesperanza del personaje por haber vivido una vida opacada no solo por la muerte de un ser querido, sino por no haber logrado las metas sociales que se impuso cuando era joven.
La soledad, la letanía de las horas de una vida que ya no tiene sentido, la separación de una familia sometida por las tragedias, y el deseo de que la vida se acabe, sin que el propio personaje se anime a tomar la misma decisión de la esposa, forman parte de este libro.
Daniel Hernández pasa sus días gracias a la amistad de Óscar Benítez, un hombre impotente, sexualmente hablando, que vive solo en una casa; y de la viuda Luisa Ramirez, una ex monja, que encontró el amor en un ex sacerdote con quien se casó. Cinco años después de enviudar, comienza a recibir cartas firmadas por Verónica, una extraña de quien nada se sabe, y quien le reclama su cobardía para seguir con su vida y darse una segunda oportunidad.
La pasión de Martini, los boleros, marca presencia en todo el libro. Esta novela es para vivirla, para sentirla, para llorarla y para disfrutarla de principio a fin. O quizá la admiración que siento hacia Martini también sea un factor para que la recomiende. De todos modos, le aseguro que no se arrepentirá de haberla leído. Dése esa oportunidad.
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