28/10/08

La ciudad y los perros

Por Wendy Marton

Cuando tenía 14 años, mi hermano fue a la CIMEFOR a cumplir el servicio militar obligatorio. En ese entonces, ser objetor de conciencia aún no estaba bien visto, y a pesar de que le ofrecieron a mi hermano la posibilidad de “comprar” su baja (documento que acredita que cumplió con lo establecido en la Constitución y cumplió con el servicio militar), él decidió que iría a la institución militar a cumplir con lo que establecía la ley. Mis padres intentaron ofrecerle el máximo de comodidades, dentro de nuestras precariedades económicas, y contrataron a un transportista que lo llevaba y lo traía sano y salvo a mi casa todos los días.

Cada tarde, mi mamá y yo lo veíamos llegar cansado, y veíamos en su rostro cansado la jornada que había tenido que soportar. A pesar de los intentos de mi madre por tratar de sacarle información sobre los culpables de su sufrimiento diario, mi hermano jamás abrió la boca para contar lo que debía padecer todos los días.

Cuando cayó en mis manos La ciudad y los perros (Mario Vargas Llosa, Ed. Alfaguara-La Nación), entendí a mi hermano. En esta novela, la primera de las grandes obras que escribiría después, Vargas Llosa relata su paso por la academia militar Leoncio Prado, una institución dirigida por los militares para los “niños problemas”.

En la obra, el escritor peruano relata la vida de Alberto, Cava, Boa, El Jaguar, Ricardo “El Esclavo” Arana (he sido cada uno de ellos, escribe en el prólogo), entre otros, quienes debían soportar torturas físicas y sicológicas propias de las instituciones militares, sin que sus padres pudieran o quisieran saber, con el estoicismo normal de quienes creen que es más hombre quién más sufrimiento aguanta sin compartirlo. También relata la niñez de cada uno de los protagonistas y la madurez luego de haber pasado por el colegio, cada uno por caminos distintos, y con la lección aprendida a su manera.

Esta novela no solo plantea los temores de los internos y la rigidez militar de los superiores, sino la decadencia de la estructura militar latinoamericana, donde más puede quien tiene influencias, que quien quiere el simple cumplimiento de la ley.

Esta es la tercera novela de Vargas Llosa que leo (me inicié en la lectura de novelas a los 12 años leyendo La guerra del fin del mundo, y a los 25 años conocí Los cuadernos de Don Rigoberto) y todas me parecieron tan disímiles como fascinantes.

Si la magia literaria de Gabriel García Márquez es atrapante por ser íntima e invitarnos a conocer un mundo en el que todos podemos convivir, la destreza intelectual de Vargas Llosa cautiva por sus conocimientos y vivencias tan propias de los países latinoamericanos.

Esta novela es un canto a la vida, y más que a la vida, a superar todos los problemas y barreras propias de la niñez y quizá de las condiciones económicas, para entender y entendernos como seres humanos.

10/10/08

El hombre desbordado

Cuando Fernando Lugo asumió como presidente del Paraguay, en agosto de este año, muchos pensamos que el crecimiento económico, de la mano de las dos hidroeléctricas más grandes del mundo, por fin llegaría. Más aún, muchos creímos que la elección de Dionisio Borda como ministro de Hacienda significaría un ajuste total de los gastos y el cobro de impuestos a los grandes empresarios, sin importar la actividad a la cual se dedican.

Hoy, a 60 días del gobierno de Lugo, Borda parece no comprender aún el papel que le compete en este momento, como parte de un gobierno que en toda la campaña electoral apostó a la gente.

El titular del Tesoro paraguayo, que fue presentado a muchos como el “salvador paraguayo”, al sacar al país del default (cesación de pagos) en que se encontraba en el año 2003, hoy parece no tener un rumbo. Es más, me arriesgaría a decir que se quedó en el pasado, al querer llevar a cabo medidas que no pudo realizar cuando le tocó asumir la conducción económica durante la primera etapa del gobierno de Nicanor Duarte Frutos.

Apenas asumió, presentó su Plan Estratégico Económico Social 2008-2013, con grandes propuestas, pero sin mucha renovación. A ello, ahora suma su interés de modificar la legislación tributaria actual, tal como lo hizo en el año 2003.

Paraguay había decidido reformar su sistema impositivo durante el gobierno de Andrés Rodríguez, el general y consuegro de Alfredo Stroessner y principal mentor del derrocamiento del presidente que gobernó 35 años el país.

Era evidente que en el año 2003, cuando Nicanor llegó al poder, era necesaria una reforma tributaria. A propuesta de Borda, se logró rehacer la ley 125/91 “de Reforma Tributaria” y acompañarla con la Ley 2421/04 “De reordenamiento administrativo y adecuación fiscal”. Esta nueva normativa, redujo varias tasas impositivas, con la intención de formalizar las actividades comerciales, industriales, agropecuarias y de servicios.

Hoy, a cuatro años de la implementación de la denominada “Ley de Adecuación Fiscal”, son varios los puntos que no fueron totalmente implementados, entre ellos, la aplicación del Impuesto a la Renta Personal (creado justamente dentro de esta nueva legislación).

Ahora, ¿por qué Borda insiste tanto en crear nuevos impuestos, si ni siquiera se implementó en su totalidad la Ley 2421?

A ello se debe sumar otra interrogante ¿por qué Lugo, y de paso Borda, no incluye en la mejora económica del país la negociación con Argentina y Brasil sobre las binacionales de Yacyretá e Itaipú, logrando así no solo mayores ingresos para el Fisco sino también una mejor calidad del servicio energético, con energía más barata o gratis para todos los paraguayos?

¿Será que tanto Lugo como Borda perdieron el rumbo y simplemente quieren “vengarse” del sector sojero aplicándoles más impuestos, y de paso incluir a otros sectores menos poderosos, aunque sean pequeños?

En la actualidad, con la crisis financiera mundial desatada, Paraguay parece no entender que si bien su mercado de valores es casi nulo, esta crisis le llegará de todos modos, a través de Argentina y Brasil, sus mayores socios comerciales.

Hoy, Borda parece un hombre desbordado por tanto acontecimiento mundial, incapaz de medir cómo acompañar el proceso de cambio. Y aquí, aunque las comparaciones son odiosas, no me queda más que extrañar la visión que tenía el ex ministro de Hacienda, César Barreto, sobre la economía mundial de aquí a los próximos 10 años y de la necesidad real de llevar las ganancias de la macroeconomía a la gente más necesitada.

Ojalá que Borda rectifique el rumbo pronto y se compenetre con toda la situación, o se de cuenta que sus medidas llegan a destiempo y tenga la sabiduría de dar un paso al costado.