31/7/08

La hora final

“Una revolución empieza a hacerse desde los campos de batalla, pero una vez que se corrompe, aunque siga ganando batallas militares ya está perdida. Todos hemos sido responsables. Nos hemos dejado dividir y dirigir por los concupiscentes, los ambiciosos, los mediocres. Los que quieren una revolución de verdad, radical, intransigente, son por desgracia hombres ignorantes y sangrientos. Y los letrados solo quieren una revolución a medias, compatible con lo único que les interesa: medrar, vivir bien, sustituir a la elite de Don Porfirio…Continuaré siendo una persona imposible mientras las personas que hoy son posibles sigan siendo posibles….”

Por Wendy Marton

Quienes aún gozamos de juventud, pero ya pasamos los treinta, ya superamos la etapa en que pensábamos que un simple pensamiento podía revolucionar al mundo. A esta edad, ya más maduros pero aún con energía, medimos las acciones a tomar y solo nos embarcamos en proyectos que consideramos pueden llegar a ser concretos y depararnos un mundo mejor. La muerte de Artemio Cruz (Carlos Fuentes, Alfaguara-La Nación) plantea esa etapa de la vida en que el anochecer llega sin que hayamos podido desarrollar nuestros deseos y con la conciencia suficiente para admitir errores y lamentar acciones que por cobardía no emprendimos.

En este libro, Fuentes relata la vida de Cruz, un hombre que vivió una infancia libre, no solo del conocimiento de saber cómo había sido procreado, sino en la extensión misma de la palabra. Ya joven, conoció el amor verdadero que le fue arrebatado durante una de las tantas contiendas que sometieron la historia de México en busca de la igualdad para todos sus habitantes. Tras este encuentro impactante con la realidad, Cruz decidió tomar las riendas de varias vidas y someterlas a su voluntad, conciente de que ya nunca volvería a tener los mismos sentimientos que antes de la muerte de Regina.

El protagonista decide casarse con Catalina, una mujer a la que ama –ya no con el amor que tuvo por Regina, pero sí con ese segundo amor que todos sentimos en la vida, después de haber conocido el amor verdadero- pero sin la sabiduría suficiente como para aceptarlo y decírselo.
Cruz se vuelve un hombre huraño, incapaz de dar a conocer sus sentimientos, y se somete a ese mundo en el que es más importante tener dinero, amantes, una familia aparentemente bien constituida, pero sin nada concreto que lo lleve a la felicidad.

Y es cuando llega a la vejez, tendido en una cama de hospital, que comienza a mirar su vida y de las que lo rodean de una manera diferente, marcado por la experiencia y el conocimiento.

El encuentro con uno mismo se produce precisamente a una edad en que ya es más difícil-no imposible- cambiarlo todo. Cuando somos adolescentes nos preocupamos por como nos queda la ropa, nuestra estatura o si somos demasiado delgados o demasiado obesos.
Al final de nuestras vidas analizamos qué hicimos bien o mal, aprobamos o desaprobamos lo que hicimos de acuerdo a nuestro actuar. De una manera magistral, Fuentes es capaz de llevarnos a tratar de entender la mente de una persona enferma y anciana, y de mostrarnos todo lo que podemos perder con indecisiones o al tomar una decisión equivocada. Vale la pena leer el libro. Es un poco denso, pero igual lo disfrutará mucho.

Y le dejo con una interrogante que la hace Artemio Cruz en una parte de su vida:

¿Cuándo es mayor la felicidad?. La respuesta es, quizá, cuando somos capaces de reconocer que ella existe dentro de nosotros mismos.

21/7/08

Deseo de Poder

Por Wendy Marton

Como novela es un buen libro de historia.
El círculo mágico (Katherine Neville, Ed. B), narra la historia de Ariel, una joven norteamericana que trabaja en un centro nuclear de Idaho (Estados Unidos), a la que van sucediéndole cientos de cosas tras enterarse de la muerte de su hermano (en realidad primo) Sam. Esta novela teje una serie de historias, basadas en hechos reales acaecidos miles de años antes de Jesucristo y otras después, con una compleja trama familiar.

Tras la muerte de una de las personas más queridas de su familia, Ariel recibe la noticia de que es heredera de unos manuscritos que podrían dar a conocer al mundo lo que muchos líderes (Adolf Hitler, Nerón, Calígula, por citar algunos) buscaron durante tanto tiempo: una fuente inagotable de poder no solo para vivir más allá de la muerte, sino además para dominar al mundo, una vez que reunieran trece objetos sagrados (Santo Grial, clavos, espada y lanza, entre otros), y que esto coincidiera con el cambio de éon (una era, que en este caso está representada por cada signo zodiacal y que se renueva cada mil millones de años. Aquí en el libro habla de la era de Acuario). Estos manuscritos fueron reunidos por la abuela de Ariel, Pandora, quien se encargó de dividirlos en cuatro partes, para que una sola persona no poseyera todo ese conocimiento e intentara apropiarse del mundo.

Aunque un poco extensa para mi gusto, y complicada demás en lo que a relaciones familiares se refiere (el tío no es el tío, la tía es la abuela, el novio es el primo, el primo no es nada, y así), está mucho mejor documentada y elaborada que la novela publicada por Dan Brown -y que tanto éxito alcanzó-
El Código Da Vinci. A pesar de haber sido publicada antes, El círculo mágico al parecer no contiene la magia necesaria para atrapar a la gente, a pesar de haber sido publicada mucho antes que El Código Da Vinci y ser mucho mejor.

Básicamente, hace la relación entre las religiones, que alguna vez tuvieron todas un eje común. Además, sostiene que Jesús confió su sabiduría a cuatro personas de su círculo: Santiago, que fue destinado después a Brigantium, hogar de la diosa celta Brígida; Juan Zebedeo, a Éfeso, hogar de la diosa griega Artemisa, o Diana, en latín; y Simón Pedro, a Roma, hogar de la primera Gran Madre frigia (la piedra negra transportada desde Anatolia central, que ahora se conserva en la colina palatina); y Miriam de Magdala, más conocida por nosotros como María Magdalena. Ésta última, inclusive, habría sido depositaria de muchos más conocimientos de Jesús, que sus apóstoles.

Ah, y también sostiene que en realidad la primera mujer de Adán no fue Eva, sino Lilit. Interesante, como novela y como aporte, además de entretenida. Insisto, si leyó
El Código Da Vinci, este libro le parecerá mucho mejor.

El eje central del libro es el deseo de poder, y busca crear una conciencia sobre lo que es capaz de hacer la humanidad para obtenerlo, aún a costa sacrificar miles de vidas humanas. Un cuestionamiento que se hace Ariel, en uno de los capítulos, es sobre qué lleva a una persona como Hitler a matar tanta gente en busca de un supuesto poder. Y Zoé, su tia-abuela, le responde con otra interrogante aún mayor: qué lleva a una persona a creer que esto no puede hacerse para alcanzar el bien de toda la humanidad.

Mas allá de que puede parecer la típica dualidad americana, le invito a leer el libro y descubrir si Ariel consigue descifrar el misterio. No se arrepentirá.

8/7/08

El Respeto


¿Acaso la vida de una persona que conduce un automóvil tiene más valor que la de un peatón? Pues parece ser que la respuesta en Paraguay es: sí. Pero este es solo uno de los muchos ejemplos que pueden darse sobre este valor promocionado desde la infancia, pero sin mucho interés en estos tiempos de la informática.

El hecho de que todo el mundo sepa que los derechos de una persona terminan donde comienza el derecho de otras, no quiere decir que sea practicado. Por qué a medida que las libertades van avanzando se pierden derechos fundamentales para el ser humano. Quizá porque estamos más interesados en explorar el mundo, sin importar qué consecuencias acarree para lograr el objetivo.

Días atrás, cuando formaba la fila en una cantina para comprar dos hamburguesas y una gaseosa, dos jovencitas se pararon a mi lado y comenzaron a conversar. Sonreí por los temas que estaban debatiendo y recordé que a esa edad (no tendrían más de 13 años) yo también pensaba igual que ellas.

Pero mi sonrisa se borró del rostro cuando una de ellas comenzó a avanzar y se ubicó delante de mí. Le toqué el hombro con el dedo índice y le dije: perdón, pero yo estaba en la fila antes que vos.

Ella, indignada, me miró y me respondió: no, yo estaba aquí antes que usted.
Al instante le respondí que hacía diez minutos estaba esperando por la hamburguesa y que ella no estaba allí cuando llegué.

Y, con una voz autoritaria, para marcar mi descortesía por lo que le había expresado, me respondió: es que yo estaba aquí antes que usted, lo que pasa es que fui a ver un rato qué pasaba en la exhibición gimnástica y ahora volví.

Aunque puede parecer una anécdota pueril, sirve para reflejar la sociedad actual. Ya sea en el supermercado, en la calle, en la discoteca, en el banco o en cualquier lugar donde deba formarse una fila, el respeto (o la falta de este) es lo primero que hace presumir sobre la condición de la persona que la infringe o la practica.

Y quizá, como yo, muchos se preguntarán dónde están los padres o estuvieron los padres de esa persona, que se olvidaron de enseñar algo muy sencillo como el respeto. Y tal vez pueda responderme que quizás sus padres debían trabajar varias horas al día para poder pagar la educación y otros cuidados de su(s) vástago(s). Pero, con alguien debió quedarse esa criatura, y ese alguien (llámese niñera, abuelos, tíos, primos, amigos) debió inculcar ese valor en algún momento del día en que le tocó convivir con el niñ@.

Tal vez la discusión sea larga. Y nunca lleguemos a un acuerdo sobre este punto. Quizá por ello, muchos obviaron inculcar el respeto. Y tal vez, por eso es que hoy estamos pagando las consecuencias, con un mundo desordenado, devastado, a punto de morir. Y lo más triste de todo es que solo nosotros tenemos la solución.