Llegaste a mi vida en el momento justo. Tenía 20 años y
muchos sueños por cumplir, así que viniste a darme fuerzas para poder lograr
concretarlos. Recuerdo como bailabas en mi panza la música brasilera que te
ponían tus tíos Mabel, Víctor y Celsa, camino a Villarrica. Y me convertí en la
persona más feliz del mundo desde el mismo instante que el doctor te puso en
mis brazos.
Dios me permitió terminar la facultad y empezar a trabajar
en lo que amaba: el periodismo. Pero fue
también esta profesión la que me privó de muchos momentos importantes a tu
lado: no te vi dar el primer paso, y muchas veces llegaba a casa cuando ya
estabas durmiendo.
Nunca te gustaron las muñecas: los dinosaurios y las pelotas
de fútbol eran un regalo obligado, sea tu cumpleaños, Día de Reyes, Navidad,
Día del Niño, o cualquier día del año en que me pedías un regalo. Y hasta hoy,
preferís que te compre una remera de fútbol a una falda o un vestido.
Cuando entraste a la escuela, fue tu abuela la que te llevó
de la mano ese primer día de clases. Una tarde, ya en Pre-escolar, cuando hacía magia para salir
temprano del diario, llegué cuando ya estabas en el escenario cantando
tímidamente junto a tus compañeros y mirando ansiosa al horizonte, buscándome.
Entré sin que me vieras, y cuando lo hiciste le quitaste el micrófono a la
profesora y te pusiste a cantar fuerte, tan fuerte que estoy segura se escuchó
tu canto en todo el universo. Desde ese día me prometí que nunca más me
perdería esos días importantes en tu vida, y en la mía. Algunas veces no pude
cumplir, pero siempre lo intenté.
La falta de recursos
económicos te privó de muchas cosas que tus compañeritos y amigos si tenían.
Pero traté de suplirlos con amor, y creo que no lo hice tan mal. Y así fue como
en un abrir y cerrar de ojos fuiste creciendo. Cuando tenías 12 años decidí que
era el momento exacto para que conozcas y vivas lo que yo pude hacerlo a los 11: te
llevé a tu primer partido de Olimpia, en el Defensores del Chaco. Perdimos,
pero creo que eso hizo que tu sentimiento hacia el club de los amores de tu
madre, tus tíos y abuelos se haga más fuerte.
Y después llegó la época de ir a fiestas de 15 años. Me emocioné al
verte ir a uno que celebraba una compañera con un vestido de fiesta, el primero que te ponías en mucho tiempo,
porque siempre preferiste los pantalones para poder correr libremente por la
canchita del barrio, o a veces como arquera. No quisiste una fiesta, preferías como regalo ir al Rock in Rio, regalo que por cierto te debo aún, pero prometo que en cuanto pueda te lo daré.
En la vida escolar nunca te exigí mucho, porque siempre te
dije que me importaba más que aprendieras y comprendieras lo que te habían
enseñado a que me trajeras buenas notas. Siempre te dije también que prefería
tus unos honestos a tus cincos deshonestos. Por suerte, no me trajiste muchos
unos, y las veces que sí, sé que fueron porque preferiste enfrentar que no
habías estudiado a intentar haber copiado.
En estos años también traté de enseñarte lo que me enseñaron
desde chica: que la honestidad sí paga, que si bien el camino es más duro y más
difícil es mejor eso a que te escrachen en las calles, a que no puedas dormir tranquila por el peso de la deshonestidad. A medida que ibas
creciendo te convertiste en mi compañera y amiga. Traté de inculcarte la
conciencia social, por eso celebro que te guste ir conmigo a marchas de repudio
contra gobernantes que se sirven del pueblo.
Por el camino, entre tanto trabajo, descuidé algunos
detalles futbolísticos. Por eso un día fue grande mi sorpresa cuando me pediste
que te compre tu primera remera del Inter de Milan. Fue como un balde agua
fría. Cómo era posible que mi hija, a la que críe y traté de enseñar tantas
cosas, se haya hecho del Inter. Cómo es que se me olvidó enseñarte lo grande
que era el AC Milan. Por suerte no todo está perdido en nuestra relación
futbolera. Si bien te gustaba el Arsenal, te compré la remera del Chelsea y
logré que te hagas “Blue”. En Alemania, celebré que seas de Bayer Munich. Y en
Argentina, no te hiciste de River como yo, pero sí de Independiente, como tu
abuelo. Todavía no entiendo cómo te hiciste del Inter.
En lo que respecta a la música, por suerte, me saliste muy
bien, modestia aparte. Celebro que te guste el rock y el metal, y no estés “perreando”
un reguetón en algún balneario cercano. Fue tan lindo llevarte a tu primer concierto,
en San Bernardino, y verte feliz cantando las músicas de tus grupos preferidos.
Mi pasión por la literatura no te llegó mucho, pero celebro
que te gusten los comics, aunque te confieso que me siento extraterrestre
cuando me empezás a hablar de “Marvel y DC”, como si para mí no fueran lo
mismo.
Quiero decirte también que me encantan tus dibujos. Celebro que
no hayas salido a mí, que apenas si puedo hacer jeroglíficos. Y me siento
orgullosa porque aprendiste solita, porque para mí era muy difícil pagarte un
curso.
En todo este tiempo traté de ser buena madre y buen padre. Tengo
la suerte que tus abuelos y tíos –y primos- me hayan ayudado. Los fines de
semana cuando vamos a la cancha a verle a nuestro querido Olimpia son los más
felices. Son los momentos que aprovecho para contarte y recordar cómo le vi
campeón en 1990 y 2002 y hablarte de quiénes eran mis ídolos y quiénes son los
de ahora. Son los momentos para compartir y saber cuáles son los tuyos, y en
que divagamos qué haríamos si tuviéramos el dinero para contratar un plantel
como el de algún equipo de Europa o construir un estadio como el San Siro (bueno, el Giussepe Meazza).
También te vuelvo a preguntar ¿porqué te hiciste del Inter? Lo bueno es que por
lo menos es un equipo que ganó varias copas, y que usa el mismo estadio que el
AC Milan.
Hoy, princesita, que cumplís 18 años me siento orgullosa de vos. Celebro que hayas podido terminar la secundaria y que tus horizontes sean
amplios. Ruego a Dios que te permita, así como lo hizo conmigo, dedicarte a la
carrera que te gusta. Pido también bendiciones para que puedas conocer Venezia,
como siempre quisiste, y puedas recorrer el mundo y disfrutar de las maravillas
que hay en la tierra. Le pido a Dios que te guíe siempre y que seas feliz con
lo que escojas. Te amo más de lo que podés imaginar y soy inmensamente feliz de
ser tu mamá.
Feliz cumpleaños mi olimperita divina!!